Desde 1998, Bogotá tiene un lugar donde la ciencia sale de los laboratorios y se mezcla con la vida. Maloka nació el 4 de diciembre de ese año como el primer centro interactivo de ciencia y tecnología del país, con una apuesta clara: que aprender podía ser una experiencia, no una obligación.
El nombre viene de las malokas amazónicas, esas construcciones comunales donde todo gira en torno al encuentro y al intercambio de saberes. Y eso es precisamente Maloka, un espacio para conversar con la curiosidad, explorar sin miedo y descubrir que el conocimiento también tiene rostro, movimiento y emoción.
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Su creación fue posible gracias a una alianza entre el gobierno, organizaciones y empresas que entendieron que la ciencia debía estar al alcance de todos. Desde entonces, Maloka ha sido un laboratorio vivo donde el aprendizaje se construye con las manos y la imaginación.
Aquí, las exposiciones no se miran de lejos. Se tocan, se activan, se recorren. Cada experiencia busca que los visitantes participen, se sorprendan y hagan de la ciencia una aventura cotidiana. En tiempos de pantallas infinitas, este lugar recuerda que el conocimiento también puede ser físico, cercano y humano.
A lo largo de más de dos décadas, Maloka ha impulsado programas de innovación, sostenibilidad y apropiación social del conocimiento. Ha formado generaciones que entienden la ciencia no como un conjunto de fórmulas, sino como una forma de mirar el mundo.
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Más que un museo, Maloka es un punto de encuentro entre la tradición y la tecnología, entre la imaginación y la evidencia. Un espacio donde el Bogotario sigue aprendiendo a pensar, crear y descubrir con los ojos bien abiertos.
*Contenido financiado por el Fondo Único de TIC.

